No pude rescatar nada del transbordador; la nave nodriza ya había dado el salto y estaba en el hiperespacio a décadas de años luz, así que decidí quitarme el casco para terminar más rápido. ¿Y cómo deberíamos llamar a esta entidad?
Por un momento me pareció que los ríos detenían su caudal, el ave del paraíso plegaba sus alas y se quedaba en silencio, luego el susurro volvió a sonar, esta vez claro y aparentemente un poco tímido:
“Puedes llamarme Dios.”
*
Los días comenzaron a pasar uno tras otro, y luego los años sin que Dios ni quienquiera que fuese me molestara. Moví el hombro y me encantó su movilidad, así que dije con decisión:
Ahora soy Adam. El aire parecía más denso de lo acostumbrado, así que respiré hondo un par de veces para asegurarme de que todo estaba bien y de que podía respirar con normalidad. Luego, usando solo la mano izquierda, me quité el traje.