El novio de mi madrastra me llenó de leche

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Era un dolor punzante que se negaba a amainar, un recordatorio constante de lo que había perdido. Entonces sucedió, su follada le estimulaba la próstata, y llegó a un punto en que eyaculó una nube de semen sobre su estómago y pecho. Sus dedos recorrieron el borde de una lata de cerveza vacía, su frialdad metálica contrastaba marcadamente con la calidez de su tacto. Cheyenne se arrodilló junto a la descolorida caja de cartón, sus dedos recorriendo los bordes de un álbum de fotos, con la portada desgastada por los años. La presencia de Cheyenne, su risa resonando por los pasillos, trajo una calidez diferente a los fríos espacios de su corazón. El olor a humedad, que se había convertido en una constante en la habitación, comenzó a disiparse al entrar el aire fresco y puro. "Algo no está bien", susurró, su espíritu aventurero encendiéndose dentro de ella. No con lo sucio que está, pensó. Cheyenne aprovechó la oportunidad para escabullirse, desesperada por distraerse. Recordó su risa, la forma en que tintineaba como campanillas de viento en una tranquila tarde de verano.

El novio de mi madrastra me llenó de leche

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